sábado, 12 de mayo de 2007

Los nuevos árboles

Ahora existen árboles que vuelan vagabundos y que en lugar de raíces tienen una manito amarronada (las venas que sobresalen conservan cierto aspecto vegetal). Andan por el cielo de la ciudad, o más bien entre los edificios, buscando de qué agarrarse. Hay que tener cuidado, son muy astutos, y en cualquier momento se agarran con su manito de cualquier cosa o persona con el fin de establecerse para siempre. Por suerte, se espantan con facilidad, basta un manotazo. Pero es un fenómeno nuevo y a mucha gente le cuesta acostumbrarse.
El otro día estaba mi mamá en el balcón contemplando la tarde y casi la agarra una palmera. Llegué yo a tiempo para espantarla. Pero me quedé preocupada, ahora no puedo perderla de vista. Depende de mí en este sentido por una razón muy simple: ella no cree en la existencia de estos nuevos árboles. Al no creer es incapaz de defenderse. Es un problema de fe como todo y no de ver para creer, pues mi mamá "ve" los árboles, y aún así no cree que existan. Una y otra vez repite mientras los mira: no puede ser, no puede ser. Y hasta que no cambie su actitud existencial voy a tener que andar con ella, adonde vaya, espantándole los árboles.
Después de varios días de vigilancia y de andar sermoneándola sobre el peligro de los nuevos árboles mi mamá ahora grita de alegría, dice que cree, que por fin cree, pero no en los árboles que vuelan sino en la posibilidad absoluta del vuelo. El cerebro de mi mamá ha hecho la siguiente operación: “si ellos vuelan, todo vuela, y si todo vuela, yo vuelo”. En consecuencia, se arroja por el balcón. Afortunadamente, logro sujetarla por el borde de la camisa. La camisa se estira y se estira, durante siete pisos se estira. Cuando mi mamá llega al suelo, la camisa ha llegado al límite de su posibilidad de estirarse. A dos centímetros del suelo, mi mamá cuelga alegremente a salvo. Pero me espera una tarea difícil, ahora tengo que hacerle entender a mi mamá que no todo vuela. Y es triste porque está muy feliz con su descubrimiento y siente un gran deseo de vivir, más grande, dice, que nunca.
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