jueves, 10 de mayo de 2007

Las moscas

Estábamos en un mundo delicado, éramos muchas, pero nuestro número no importaba. Cada una pasaba a través de la otra ningún inconveniente. Luego fuimos llamadas. Y acudimos. El encargo era difícil. Más que difícil, raro. Cread un mundo, decía, pero un mundo opuesto al de vosotras, una bestialidad de mundo. Eso hicimos. Cada una de nosotras escribió un proyecto, más que un proyecto, un poema, y un día oscuro, en el que todo estaba inquieto, recitamos. Eran poemas horribles. Cada una había puesto lo mejor de sí para imaginar algo duro, enfermo, y sobre todo, algo que sufriera. Fue la primera vez, sin duda, en que algo sufrió y eso que sufrió, no era más que un punto, un pequeño punto solamente. Luego nos reunimos alrededor de él formando un círculo y cantamos. Aquel punto se sentía mal y lloraba. Nuestro canto estaba destinado a adormecerlo, pero el punto comenzó a gritar, a retorcerse, algo muy feo. Alguna de nosotras se retiró prudentemente y vomitó a solas. Otras, más empecinadas, desafinaron, se marearon y cayeron en un profundo letargo. Las más fuertes nos quedamos y vimos cómo el punto, poco a poco, se convertía en otra cosa, una especie de mosca que volaba y zumbaba alrededor nuestro, o chocaba con nosotras como si no pudiera traspasarnos. La mosca fue creciendo, y no sólo creciendo, también se reprodujo. De ella salieron otras moscas que crecían y se reproducían igualmente. Nuestro llanto llenó el cielo. Casi todas fuimos devoradas. Yo no sabía si huía o era devorada, pues cuando una era devorada todas padecíamos el horror de ser devoradas. Lentamente nos separamos. Nos acostumbramos a que una no era la otra, a que todas no éramos una. Por fin un día desde lejos contemplé de lejos la obra horrible, la contemplé en la soledad más absurda. Quise cantar, pero el canto no brotaba. Quise llorar, pero el llanto era imposible. Las moscas se acercaban. Se abalanzaban. Se disputaban mis pedazos. Dispersa en sus mandíbulas, en sus gargantas, en sus estrechos tubos digestivos, entoné el último grito de mi especie. Las moscas formaron un círculo alrededor de ese grito y celebraron su victoria. No había aún cesado el grito cuando ellas también fueron llamadas. Se les encargó continuar nuestra tarea, incipiente aún, dijo la voz, apenas comenzada.
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